lunes, 27 de marzo de 2017

"Después de los lobos", Liliana Bodoc

                                             Un mundo sin diferencias es tan temible como un arcoíris gris

Andan los lobos en manadas. Su ferocidad va delante de ellos y detrás van sus sombras, estiradas por el último sol del atardecer. Primero la ferocidad, después los lobos, después las sombras. Las manadas recorren los caminos del bosque.

El bosque, que los conoce bien, sabe que se acerca una muerte. Porque los lobos tienen hambre, un hambre enorme y antigua tal como si jamás hubiesen comido ni ellos ni sus padres ni sus abuelos. Con las orejas alertas, los hocicos entreabiertos y los colmillos en su sitio, la manada va en busca de su presa. Pero (si no hay pero, no hay cuento), a veces, las cosas cambian, se sacuden .

Hace tiempo y más tiempo, en la gran manada de los lobos del mundo, comenzó a suceder algo extraño. Por aquí, por allá, en este bosque y en aquella pradera, nacieron algunos lobos que no quisieron, no supieron o no pudieron ser iguales a todos. Entonces, lentamente, comenzaron a cambiar sus costumbres.

Un día dejaron de mirar la luna y empezaron a mirar con curiosidad las luces de los fuegos que encendían los hombres. Otro día soñaron que cuidaban ovejas, que sus hocicos encontraban el rastro de los perdidos, que sus ojos deshacían oscuridad. Y mientras soñaban movían la cola y bajaban las orejas.

Con el tiempo los animales que no querían, no sabían o no podían ser iguales al resto de las manadas se fueron rezagando. La inquietud, las burlas y las rabias de sus compañeros se transformaron en distancia y soledad. Entonces, en esta pradera y en aquel bosque, ellos tomaron otro camino.


Viven hoy muy cerca de los hombres, más de los hombres que de la luna, y tienen los nombres que les pone el amor.

jueves, 23 de febrero de 2017

Emoticonos y emojis, ¿significan lo mismo?


Los emoticonos son los símbolos creados con signos de puntuación, que suelen leerse inclinando la cabeza: :-), ;-) o :-(. En cambio, los emojis son pequeñas figuras en color con valor simbólico.  


La palabra emoji proviene del japonés y se pronuncia como /emóyi/. Lo adecuado es escribirla en cursiva por ser un extranjerismo, aunque también se puede emplear la adaptación al español emoyi, en redonda.


Pese a esa distinción original, en el uso general es frecuente y aceptable utilizar emoticonos para referirse a todos esos símbolos.

Fuente: Fundéu (Fundación del Español Urgente)

domingo, 2 de octubre de 2016

Conectores

Los marcadores del discurso, también llamados enlaces extraoracionales o conectores argumentativos, extraoracionales, procesadores textuales, etc., unen de forma explícita segmentos textuales (enunciados o grupos de enunciados) y establecen entre ellos distintas relaciones semánticas (de significado) y pragmáticas (cómo influye el contexto en la interpretación del enunciado). Con frecuencia no son necesarios para comprender el contenido del texto, pero lo habitual es que aparezcan para que sepamos interpretar el enunciado que introducen con respecto al anterior.

Clasificación por función: 

Marcadores que estructuran el discurso
• Iniciadores: para empezar
• Enumeradores: en primer lugar, en segundo lugar
• Digresores: a propósito, por cierto, a todo esto
• Finalizadores: por último, en último término, en fin, finalmente
• Continuativos: entonces, así pues, de modo que, pues bien, conque
• Conclusivos: en consecuencia, en conclusión, en resumen, por tanto

Conectores que unen dos segmentos textuales
• Aditivos: además, incluso, asimismo
• Contraargumentativos: sin embargo, no obstante, por el contrario
• Consecutivos: por tanto, por consiguiente, en consecuencia, entonces, en efecto, de ahí

Marcadores que indican la posición del hablante hacia la continuación del discurso
• Indicativos de opinión: desde mi punto de vista, en mi opinión
• Reformuladores explicativos: es decir, o sea, total, en otras palabras, por ejemplo

Marcadores conversacionales para mostrar el seguimiento del discurso
• Iniciativos: mirá vos, a ver, ¿sabés qué?
• Enfáticos: claro que sí, no faltaría más
• Aprobativos: bueno, perfecto, bien, de acuerdo
• Afirmativos: evidentemente, por supuesto, en efecto
• Apelativos: mirá, escuchá, fijate

• Comprobativos: ¿verdad?, ¿me seguís?, ¿me entedés?


Fuente: Wikilengua

lunes, 15 de agosto de 2016

Teléfono + ninguneo = ningufoneo

El término inglés phubbing, con el que se alude al hecho de que una persona solo preste atención a un dispositivo móvil sin hacer caso de su entorno, en especial a las personas que lo rodean, puede traducirse por ningufoneo.

Imagen extraída de Pinterest
En las noticias se está empleando este anglicismo con creciente frecuencia, como en los siguientes ejemplos: «El Phubbing puede generar trastornos personales», «La gente que dijo ser la más proclive a hacer phubbing era también la que más habitualmente era objeto de esta práctica» o «Tiene una página para escrachar a famosos que hacen phubbing».


La voz phubbing es de creación reciente a partir de phone, que significa ‘teléfono’, y snubbing, que es ‘desaire’, ‘desprecio’ o ‘ninguneo’. Tomando los equivalentes españoles es posible crear el neologismo ningufonear, un acrónimo de ningunear y telefonear, del que a su vez se puede derivar ningufoneo. El primero de ellos está definido en el Diccionario académico como ‘no hacer caso de alguien, no tomarlo en consideración’ o ‘menospreciar a alguien’, lo que refleja fielmente lo que se quiere expresar.

A partir de estas voces, pueden formarse otros derivados como ningufoneador, para la ‘persona que ningunfonea’ y que puede funcionar bien como sustantivo o bien como adjetivo. Al ser palabras bien formadas, no necesitan ni comillas ni cursiva.


De este modo, en los ejemplos anteriores podría haberse escrito «El ningufoneo puede generar trastornos personales», «La gente que dijo ser la más proclive a ningufonear era también la que más habitualmente era objeto de esta práctica» y «Tiene una página para escrachar a famosos ningufoneadores».

Fuente: Fundéu (Fundación del Español Urgente)

jueves, 21 de julio de 2016

Philip K. Dick (fragmento de una carta), 14 de mayo de 1981

“En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como un ‘relato, novela o drama ambientado en el futuro’, desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro, pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. (…) De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia ficción?

Imagen extraída de Pinterest
Tenemos un mundo ficticio; este es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real; es decir, esta actúa como punto de partida. La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma (…). Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo trasformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante… Esta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. Él sabe que la lectura no se refiere a su mundo real.

Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los dragones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector”.


Philip K. Dick (fragmento de una carta), 14 de mayo de 1981

sábado, 23 de mayo de 2015

"Narciso", Manuel Mujica Láinez


Si salía, encerraba a los gatos. Los buscaba, debajo de los muebles, en la ondulación de los cortinajes, detrás de los libros, y los llevaba en brazos, uno a uno, a su dormitorio. Allí se acomodaban sobre el sofá de felpa raída, hasta su regreso. Eran cuatro, cinco, seis, según los años, según se deshiciera de las crías, pero todos semejantes, grises y rayados y de un negro negrísimo.
Serafín no los dejaba en la salita que completaba, con un baño minúsculo, su exiguo departamento, en aquella vieja casa convertida, tras mil zurcidos y parches, en inquilinato mezquino, por temor de que la gatería trepase a la cómoda encima de la cual el espejo ensanchaba su soberbia.

Aquel heredado espejo constituía el solo lujo del ocupante. Era muy grande, con el marco dorado, enrulado, isabelino. Frente a él, cuando regresaba de la oficina, transcurría la mayor parte del tiempo de Serafín. Se sentaba a cierta distancia de la cómoda y contemplaba largamente, siempre en la misma actitud, la imagen que el marco ilustre le ofrecía: la de un muchacho de expresión misteriosa e innegable hermosura, que desde allí, la mano izquierda abierta como una flor en la solapa, lo miraba a él, fijos los ojos del uno en el otro. Entonces los gatos cruzaban el vano del dormitorio y lo rodeaban en silencio. Sabían que para permanecer en la sala debían hacerse olvidar, que no debían perturbar el examen meditabundo del solitario, y, aterciopelados, fantasmales, se echaban en torno del contemplador.

Las distracciones que antes debiera a la lectura y a la música propuesta por un antiguo fonógrafo habían terminado por dejar su sitio al único placer de la observación frente al espejo. Serafín se desquitaba así de las obligaciones tristes que le imponían las circunstancias. Nada, ni el libro más admirable ni la melodía más sutil, podía procurarle la paz, la felicidad que adeudaba a la imagen del espejo. Volvía cansado, desilusionado, herido, a su íntimo refugio, y la pureza de aquel rostro, de aquella mano puesta en la solapa le infundía nueva vitalidad. Pero no aplicaba el vigor que al espejo debía a ningún esfuerzo práctico. Ya casi no limpiaba las habitaciones, y la mugre se atascaba en el piso, en los muebles, en los muros, alrededor de la cama siempre deshecha. Apenas comía. Traía para los gatos, exclusivos partícipes de su clausura, unos trozos de carne cuyos restos contribuían al desorden, y si los vecinos se quejaban del hedor que manaba de su departamento se limitaba a encogerse de hombros, porque Serafín no lo percibía; Serafín no otorgaba importancia a nada que no fuese su espejo. Éste sí resplandecía, triunfal, en medio de la desolación y la acumulada basura. Brillaba su marco, y la imagen del muchacho hermoso parecía iluminada desde el interior.

Los gatos, entretanto, vagaban como sombras. Una noche, mientras Serafín cumplía su vigilante tarea frente a la quieta figura, uno lanzó un maullido loco y saltó sobre la cómoda. Serafín lo apartó violentamente, y los felinos no reanudaron la tentativa, pero cualquiera que no fuese él, cualquiera que no estuviese ensimismado en la contemplación absorbente, hubiese advertido en la nerviosidad gatuna, en el llamear de sus pupilas, un contenido deseo, que mantenía trémulos, electrizados, a los acompañantes de su abandono.

Serafín se sintió mal, muy mal, una tarde. Cuando regresó del trabajo, renunció por primera vez, desde que allí vivía, al goce secreto que el espejo le acordaba con invariable fidelidad, y se estiró en la cama. No había llevado comida, ni para los gatos ni para él. Con suaves maullidos, desconcertados por la traición a la costumbre, los gatos cercaron su lecho. El hambre los tornó audaces a medida que pasaban las horas, y valiéndose de dientes y uñas, tironearon de la colcha, pero su dueño inmóvil los dejó hacer. Llego así la mañana, avanzó la tarde, sin que variara la posición del yaciente, hasta que el reclamo voraz trastornó a los cautivos. Como si para ello se hubiesen concertado, irrumpieron en la salita, maulando desconsoladamente.

Allá arriba la victoria del espejo desdeñaba la miseria del conjunto. Atraía como una lámpara en la penumbra. Con ágiles brincos, los gatos invadieron la cómoda. Su furia se sumó a la alegría de sentirse libres y se pusieron a arañar el espejo. Entonces la gran imagen del muchacho desconocido que Serafín había encolado encima de la luna -y que podía ser un afiche o la fotografía de un cuadro famoso, o de un muchacho cualquiera, bello, nunca se supo, porque los vecinos que entraron después en la sala solo vieron unos arrancados papeles- cedió a la ira de las garras, desgajada, lacerada, mutilada, descubriendo, bajo el simulacro de reflejo urdido por Serafín, chispas de cristal.


Luego los gatos volvieron al dormitorio, donde el hombre horrible, el deforme, el Narciso desesperado, conservaba la mano izquierda abierta como una flor sobre la solapa y empezaron a destrozarle la ropa.

viernes, 3 de abril de 2015

Semana Santa: mayúsculas y minúsculas



Con motivo de la celebración de la Semana Santa, se recuerda en qué casos hay que emplear las mayúsculas y en cuáles las minúsculas en los términos y expresiones relacionados:

- Tal como indica la Ortografía, los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de los períodos litúrgicos o religiosos se escriben con inicial mayúscula: la Cuaresma, la Semana Santa, la Pascua.

- También se escriben con mayúscula las denominaciones Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo

- Se escriben con inicial minúscula los términos religiosos como vigilia, eucaristía, misa, confesión, comunión o procesión.


- También se escribe con inicial minúscula viacrucis o vía crucis (las Academias prefieren la primera grafía; no se considera apropiado vía-crucis).

Fuente: Fundéu (Fundación del español Urgente)