Los Maulladores viven en sus sombras
como tinta,
húmedas y negras,
y lenta y suave su
campana toca
cuando te
devora la ciénaga.
La ciénaga te
traga, si te atreves
a golpear,
llamando a su puerta,
mientras miran las
gárgolas, sonrientes,
y derraman
aguas infectas.
Junto al podrido
pantanal lodoso
lloran los
sauces encorvados
y los cuervos se
yerguen tenebrosos,
y en sus
sueños siguen graznando.
Sobre los Montes Mercerros, por fatigoso camino,
donde son grises
los árboles, en un valle enmohecido,
a la orilla de un estanque sin viento y marea, oscuro,
sin ver el sol ni
la luna, hay Maulladores ocultos.
Los Maulladores
moran en sus sótanos
húmedos,
fríos y profundos,
y encerrados en
ellos, cuentan oro
con solo un
candil moribundo.
Mojada la pared,
gotea el techo;
por sobre
el suelo, sus pisadas
van suavemente, con
un chapoteo,
furtivamente hacia la entrada.
Espían con malicia;
van buscando
un hueco sus
sensibles dedos,
y cuando han
terminado, con un saco
se llevan y
guardan tus huesos.
Sobre los Montes Mercerros, por la senda solitaria,
allende el pantano
Sapio y la sombra de la araña,
por los árboles colgantes, cruzando la hierba de horca,
con Maulladores te
encuentras, Maulladores te devoran.